viernes, 18 de enero de 2008

AL Botijo


Recuerdo cuando niño
las interminables siestas
las burras allá en la cuesta
mirando con un guiño.

Recuerdo allí en la mesa
aquel artilugio con orejas
aquella piel suave y tersa
de color carne o de tejas.

¡Agua fresca!. Valga Dios
de este invento del Señor
que muchos hombres veneraron
como un pueblo a su patrón.

¡Vaya un nombre!, nombre pijo
que te puso tu creador,
todo un galán, todo un señor,
¡de aquí p´adelante serás Botijo!.

Contigo iban a las eras
los hombres del campo, de la Tierra
pasabas días y semanas enteras
al laito suyo, al laito de su vera.

Dichoso artilugio bendito
hecho estás con las manos,
das de beber al rey y al villano,
¡hasta te visten como a un señorito!.

Dichoso artilugio empolvado,
tal vez en un rincón olvidado
tu piel tersa aún no ha cambiado
esperas paciente y cuitado